“Después de un largo viaje, por fin aterricé sin contratiempos en aquel lejano planeta, pero la sombra ya esperaba por mí”.
Recién había descendido del transbordador espacial para comenzar a explorar ese planeta desconocido. La misión iba conforme a lo planeado, pues habían pasado 11 meses, 13 días y 7 horas desde que me abroché el cinturón para comenzar con el proceso de despegue.
La densidad atmosférica de ese solitario lugar era más alta que la de la Tierra. Tampoco había oxígeno, ni agua.
Sin embargo, necesitaba encontrar un elemento para que la humanidad pudiera sobrevivir a la radiación emitida por la serie de bombas atómicas que el Régimen Mandatario mandó detonar en cada uno de nuestros continentes.
El Régimen Mandatario no era más que un grupo conformado por los presidentes y primeros ministros de diferentes países que se habían aliado junto con sus familiares más cercanos para dominar el mundo.
La Rebelión éramos el resto de la humanidad, que después de deambular sin rumbo fijo durante años por las calles de las ciudades, por fin nos organizamos para luchar y encontrar la manera de derrocarlos.
La situación no era fácil, pues el Régimen Mandatario se encargó de concentrar y acumular la gran mayoría de los recursos naturales que quedaban, dejando a la población sin nada más que su instinto de supervivencia.
Este ideal ganaba adeptos conforme pasaban los días, así que nuestro grupo se fortalecía con seguidores deseosos de luchar hasta las últimas consecuencias. Nuestro movimiento se convirtió en la única esperanza de vivir para tratar de escapar de una muerte anunciada.
Una serie de hackers fueron reclutados por los Eruditos. La encomienda era sustraerle al Régimen Mandatario sus códigos y tecnologías avanzadas.
Mientras tanto, los ingenieros de La Rebelión tenían la misión de adaptar y mejorar todo lo que los hackers consiguieran. El objetivo era hacerlos sufrir al tiempo que los derrotábamos.
Sin embargo, el Régimen Mandatario tenía videovigilado todo el mundo, así que lanzaba misiles de vez en cuando para destruir lo poco o nada que habíamos avanzado en la construcción y diseño de armas.
La inteligencia dentro de La Rebelión comenzó a descifrar la periodicidad de esos ataques, a tal grado que lograron nulificarlos. Fue entonces que el Régimen Mandatario recurrió al lanzamiento de bombas atómicas y la historia cambió.
Cada continente recibió más de cinco bombas atómicas y la destrucción era inminente; el caos y la radioactividad se apoderaron del mundo.
Aun así, la esperanza de vencerlos continuaba vigente y más fuerte que nunca, así que los sobrevivientes de La Rebelión comenzaron a trabajar en bases subterráneas secretas para evitar ser rastreados y dar continuidad al trabajo ya realizado.
De esta manera y con la cada vez menor cantidad de recursos disponibles, se apostó por construir un pequeño transbordador que llevaría a un único valiente hacia otro planeta con la meta de comprobar y seguir la investigación que por años había realizado el Dr. Crown, un científico que vivía sus últimos días.
Él decía que las piedras espaciales de ese planeta tenían la capacidad de mutar de manera guiada para crear un ser que podríamos utilizar a voluntad para derrocar al Régimen Mandatario, así que la misión consistía en traer a la Tierra la mayor cantidad de ese material.
Al tiempo, esas piedras se disolverían en el agua contaminada de la Tierra para crear una reacción química que eliminaría y curaría la radiación vertida.
Fui elegido para ello por mi pasado al frente de un comando especial que tuvo éxito en todas las misiones de guerra encomendadas. Tras un arduo entrenamiento, mientras el Régimen Mandatario celebraba el Año Nuevo, el 1 de enero de 2045 despegué en el transbordador para enfrentarme a lo desconocido.
Después de un largo viaje de 11 meses, 13 días y 7 horas, por fin aterricé sin contratiempos en aquel lejano planeta. Así que tenía que sacarle el máximo provecho a mi estadía allá y recolectar tantas piedras como pudiera.
Así lo hice.
Me sorprendí mucho al apreciar y comprobar que todas las teorías y predicciones del Dr. Crown se iban cumpliendo conforme a sus planteamientos.
Después de una larga semana en aquel planeta, me encontraba listo para el largo regreso a casa. Sin embargo, antes de alistarme para el despegue, decidí salir por última vez a la superficie y apreciar el idílico paisaje.
Mientras reflexionaba sobre todo el esfuerzo que habíamos hecho y el gran cambio que se avecinaba en la Tierra, en el horizonte lejano comencé a observar una extraña formación de piedras mezcladas con polvo y luces incandescentes.
Era enrome y se movía a su voluntad.
Sabía que me encontraba en problemas, pues en un instante sentí que esa sombra me miró con la idea de cazarme. Mientras yo me movía con dificultad para llegar al transbordador, la sombra viajaba hacia mí a gran velocidad.
Como pude me instalé en mi sillón de mando, activé todos los controles y encendí el módulo de comunicación para informar y registrar que mi final se acercaba, al tiempo que escuchaba los lamentos frustrados del equipo de La Rebelión que estaba a cargo de nuestra misión en la Tierra.
Aunque logré iniciar los motores, la sombra impactó mi nave con gran fuerza y la partió quirúrgicamente por la mitad para darles oportunidad de escapar a las demás piedras que recolecté.
Vi cómo todas y cada una de ellas se integraban a la sombra, haciéndola más grande y poderosa.
De repente, sentí que me elevaba, como si estuviera siendo succionado por ella, así que, con lágrimas en mis ojos, me despedí de la Tierra a través del módulo de comunicación que tenía en mi casco.
Fui abducido por esa criatura espacial.
Me encontraba desolado, pues lo que pensábamos dominar para destruir a quien nos dominaba, terminó por dominar y destruir toda nuestra esperanza.
Mi ascenso se detuvo intempestivamente y fui depositado en un cuarto oscuro. Mi traje de astronauta estaba intacto, así que encendí las lámparas laterales de mi casco para observar a mi alrededor. Lo único que vi fue una hoja de papel y un pequeño lápiz que estaban en el piso.
Sin dudar, los recogí y aproveché el tiempo que me quedaba de vida para escribir esta historia.
Acostado en la oscuridad y mientras se iba consumiendo el poco oxígeno que le quedaba a mi tanque, justo en esos momentos previos a perder el conocimiento, imaginaba que la sombra interpretaba mi carta y viajaba a la Tierra no solo para rescatar a los sobrevivientes y curar al planeta, sino también para divulgar esta hazaña.
¿Fin?
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