Cuento de Libreta

Cuento de Libreta es un espacio virtual gestionado por un narrador de historias, quien vincula mundos alternos y personajes aleatorios con algunas situaciones reales.

La Lluvia es mi Llanto


“La lluvia es mi llanto. El derrumbe fue inevitable y aún sigo desequilibrado. La noche, a diferencia de otras, es más larga que nunca”.


Recién había despertado de una siesta vespertina. El cielo estaba tan nublado que por un instante creí que ya había anochecido, pero el reloj digital de la pared indicaba lo contrario y mis dudas se disiparon.

Fue entonces que salí al jardín.

He de confesar que tenía años sin sentarme y acostarme en el pasto. Me sentí liberado. Quería volar y volver a estar contigo, pero unas ligeras gotas frescas de lluvia cayeron sobre mi somnoliento rostro, por lo que mis ojos oscuros se entreabrieron para reincorporarme.

La tormenta se desató sin clemencia. Me despojé de esa playera con estampados infantiles y me dispuse a zambullirme entre las millones de gotas que azotaban mi cuerpo. El momento fue tan refrescante que me distraje de la rutina y sus giros intempestivos.

Eso me llevó a recordar todas esas veces que la lluvia me había cazado sin protección, los instantes en que todo se volvía un caos y los ratos en que me había evitado llevar a cabo los planes del día. Hoy, simplemente, disfruté del fenómeno natural que tanto me gusta contemplar tras la ventana. Anhelaba que estuvieras junto conmigo, empapándote.

Sin embargo, todo esto fue interrumpido por el ruido de los rayos que comenzaron a destellar sobre el vecindario.

El estruendo de los rayos interrumpió mis pensamientos, pero anhelaba que estuvieras junto conmigo, empapándote.

Y es que siempre les he temido a los truenos por la fuerza con que se hacen presentes, así que tomé eso como la señal inequívoca para ingresar a mi habitación y tomar un baño tibio.

Lo que ocurrió a continuación fue, es y será inexplicable. Una disculpa no basta. Fue mi culpa, mi poca atención, mi poco tacto, mi complejo de dar las cosas por hechas aún cuando ni siquiera han sucedido. ¿La tragedia? ¡Olvidé nuestra cita!

Te llamé, una y otra vez, pero cada uno de los timbridos se desvanecía en la penumbra de un mundo análogo que no logro descifrar.

Y es que te entiendo, completamente. Teníamos varios días planeando una nueva aventura. Esta era la noche, esta era la ocasión, este era el momento y lo eché por la borda, lo desperdicié. Sentí (como nunca antes) tu ira, tu coraje, tu impotencia, tu dolor, tu incredulidad. Y yo, yo no supe más qué hacer, ni qué decir, ni cómo actuar. El peor cataclismo que haya conocido.

Es cierto, al final, en la barra de mi cocina, terminé bebiendo vino tinto e imaginaba que era tu propia sangre la que estaba en la copa de cristal. La pasta estaba excelente, pero creía que eran tus hermosos cabellos sin domesticar. El trozo de carne simulaba ser tu piel desmenuzada. El postre estaba tan dulce que no lo merecía, ni lo mereceré… justo como tus labios. Al no tenerte, preferí devorarte para que nadie más te viera. El derrumbe fue inevitable y aún sigo desequilibrado.

Por hoy, la lluvia ha terminado. La violencia de los truenos y lo preciso de los rayos se han doblegado ante la hermosa luna que ilumina mi rostro a través de la ventana. Pero sigo pensando en ti, en mi error y en nuestra frustración. La noche, a diferencia de otras, es más larga que nunca.

Aun absorto en tu recuerdo, siento como una fina lágrima cae por mi mejilla. Quisiera derrumbarme, pero prefiero implorar al cielo para que la tormenta se vuelva a hacer presente y no solo disimule mi pesar, sino que se lleve mi sufrimiento junto con ella.

Aún pienso en ti, en mi error y en nuestra frustración.

¿Fin?


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