Cuento de Libreta

Cuento de Libreta es un espacio virtual gestionado por un narrador de historias, quien vincula mundos alternos y personajes aleatorios con algunas situaciones reales.

El Ojo


“Allá abajo me sentía insignificante. Pensaba en ella, en su sonrisa contagiosa. Necesitaba emerger. El ojo gigante nos iba a separar”.


Recién había concluido todos los niveles de mi curso de buceo y me sentía muy ansioso de ir a esa primera excursión que Lorens ya había organizado.

Las profundidades del mar siempre habían llamado mi atención, pero entre el poco tiempo disponible y un montón de desidia, me encargué de postergar esa capacitación. Fue durante un fin de semana largo que me propuse iniciar y, con el gusto que ya le tenía al agua, no hubo marcha atrás para culminar rápidamente.

Lorens, quien era una buza con muchos años de experiencia, me acompañó y aconsejó durante todo el proceso. Ella era mi amiga desde la infancia, así que me sentía en total confianza. Después de recibir mi carnet, tuvimos una pequeña celebración en un restaurante italiano, donde acordamos que el fin de semana siguiente nos levantaríamos temprano para acomodar el equipo y abordar un bote que nos llevaría a su spot preferido para bucear.

Llegó el sábado. Eran las 6:00am y estábamos repasando la lista de lo que llevaríamos. Todo estaba en orden, así que encendí la camioneta y Lorens me indicó el camino hacia el muelle, donde ya nos esperaba su staff.

Nos dieron la bienvenida y ellos se encargaron de sacar todo el equipo de la camioneta para cuidadosamente colocarlo en el bote. El café que me sirvieron contribuyó a despejar y aclarar mis ojos.

Lorens estaba igual o más entusiasmada que yo por este viaje hacia mar abierto, pues algunos años atrás nos habíamos fijado la meta ir juntos a explorar ese lejano lugar.

La fuerza del mar, sus enigmáticas profundidades y diversidad de colores, siempre habían cautivado mi atención.

Los motores del bote se encendieron y después de un par de horas navegando sobre el tranquilo mar, Lorens me señaló que estábamos por llegar. Eran las 8:35am. El paisaje era tan hermoso que al mismo tiempo provocaba desolación, pues el azul del cielo se fundía en un punto del horizonte con el azul del mar, dando la sensación de un destierro absoluto.

Ambos nos quedamos contemplando en silencio ese idílico lugar, pero fuimos interrumpidos por el salto de un delfín que traviesamente nadaba por ahí. Lo tomamos como la señal inequívoca de que era el momento preciso para ponernos los trajes.

El staff nos ayudó de manera muy profesional; se aseguraron de que todo estuviera en su lugar y funcionando adecuadamente.

Antes de ponerse el visor, Lorens me dio un abrazo y me dijo que estaba encantada de compartir ese momento conmigo. Nuestros ojos irradiaban felicidad. Yo le dije que estaba muy agradecido con ella por todo lo que hacía por mí.

—¡Vamos! —me dijo, al tiempo que nos colocábamos la máscara.

Y así, por fin nos lanzamos al agua.

Obviamente, por su experiencia, Lorens dirigía la expedición. Yo iba detrás de ella y nos íbamos sumergiendo conforme a lo planeado.

Aunque en la superficie se trataba de un lugar aparentemente solitario, abajo había tanta vida marina que no podía creerlo.

Estábamos descendiendo y nuestro itinerario marcaba que teníamos 20 minutos más para disfrutar del nado y de la vista que teníamos alrededor.

Lorens volteaba continuamente hacia mí para cerciorarse de que todo estuviera bien. En una de esas ocasiones, ella tomó mi mano como señal para alentarme a seguir.

Sin motivo aparente, Lorens comenzó a jalonearme y a apretar mi mano con fuerza. Yo no entendía lo que pasaba, hasta que vi su rostro asustado frente al mío: era una corriente submarina que la estaba intentando arrastrar.

Apretando su mano, traté de mantenerla a mi lado, pero la Naturaleza tenía otros planes. Lorens pronto me fue arrebatada y vi cómo se iba hacia el fondo del mar de manera descontrolada… hasta que desapareció.

Antes de lanzarnos al agua, Lorens me dio un cálido abrazo que contribuyó a calmar la ansiedad y temor que me invadían.

Como pude retrocedí un poco para salirme del alcance de la corriente. Estábamos contra reloj, pues ahora solo quedaban 15 minutos antes de subir a la superficie.

—¿Qué hago? —me preguntaba sin saber qué responder y cómo reaccionar.

Solo flotaba, inmóvil. Me encontraba en shock.

Un cardumen se interpuso entre el lugar donde alcancé a ver por última vez a Lorens y yo.

Pensé que si el cardumen estaba ahí era porque la corriente se había ido.

Era el momento de actuar, así que comencé a nadar con la intención de bajar hasta encontrarla. Apenas un par de metros más abajo, el lugar se volvió completamente oscuro. Tenía miedo, pero mi vínculo con Lorens me motivaba a continuar.

Cada vez más oscuro… 10 minutos para emerger.

Llegué al punto en que ya no podía bajar más y aún percibía que faltaba mucha profundidad por recorrer. Entonces comencé a nadar en círculos, como tratando de cubrir más espacio, pero fue totalmente en vano, ya que aún no había rastro de Lorens.

Allá abajo me sentía insignificante. Veía que mis esfuerzos no iban hacia ningún lado. Estaba muy triste y pensaba en ella, en su sonrisa contagiosa, las caminatas que dábamos, las reuniones con los demás amigos, nuestro único beso, el viaje a la montaña, las idas a pescar, las Navidades, el Año Nuevo que pasamos en el pueblo, los proyectos…

5 minutos y era el momento de subir a la superficie, pues el oxígeno de mi tanque apenas alcanzaría para llegar al bote. Yo estaba completamente desesperado y muy triste.

Mientras nadaba hacia la superficie, las lágrimas me invadieron. Pensaba en mi encuentro con el staff y lo que les iba a decir. Luego lo que le diría a su familia y a nuestros amigos. En ese momento, a un costado mío, pasó nadando un pez a toda velocidad. Luego vi otro. Enseguida cuatro y después perdí la cuenta de la gran cantidad de peces y otras especies que iban despavoridas. Estaban huyendo.

—Pero, ¿huyendo de qué? —me pregunté al tiempo que volteaba hacia abajo para tratar de ver algo.

Lo que vi me estremeció y sabía que mi muerte estaba muy cerca.

Solo flotaba, inmóvil. Me encontraba en shock. Era el momento de actuar y nadar hasta encontrarla.

Era un ojo gigante, redondo, muy similar al del ser humano. La pupila era de color negro y el iris tenía tonos dorados que se difuminaban con el blanco. ¿Qué especie era? No lo sé, solo sabía que yo era su siguiente presa.

Esa enorme criatura me contemplaba, porque ambos sabíamos que, aunque yo tratara de nadar hacia arriba a máxima velocidad, no iba a poder escapar. En eso, comencé a sentir una corriente que me arrastraba hacia ella. Se trataba del mismo fenómeno que anteriormente se había llevado a Lorens. Ahora sabía que el ser detrás de ese ojo gigante era el responsable de que mi amiga desapareciera.

Mientras iba todo descontrolado hacia sus fauces, trataba de descifrar qué especie era. ¿Se trataba de algo biológico o mitológico? ¿Era algo natural o una modificación genética causada por nuestra contaminación? Nunca lo sabré. Pensar en el ojo me provocaba pánico.

La presión del agua provocó un dolor indescriptible en mis oídos. El oxígeno de mi tanque se había terminado, así que ya me estaba asfixiando. Mi muerte era un hecho.

La oscuridad allá abajo no me permitía ver o distinguir hacia dónde me llevaba la corriente, solo sentí una especie de cuchillada que perforó mi pecho. Era uno de sus dientes traspasándome.

—¿Será Lorens? —me pregunté, al tiempo que mi último recuerdo coherente se ubicó hasta los ojos de mi amiga.

—¡Es ella! —grité internamente, mientras abría por última vez mis ojos debido a la sorpresiva deducción.

Luego, entre el cansancio, la debilidad y la falta de oxígeno me desvanecí, seguido de una serie de alucinaciones que le agregaban más terror a mi proceso de muerte.

Muy a lo lejos escuchaba de manera muy tenue una linda voz que me decía que no muriera, pero en mi pecho sentía una enorme presión que me regresaba a mi trágico final.

—¡Vamos! ¡vamos! ¡Respira, respira! ¡No te vayas! ¡No me dejes! ¡No te atrevas a hacerlo! —me decía con un tono muy preocupado.

El ojo de esa enorme criatura me contemplaba y ambos sabíamos que yo no iba a poder escapar.

Empecé a vomitar y abrí mis ojos. Estaba encandilado y confundido, pues había vuelto a respirar. Aunque la sensación de ahogamiento se había ido, tuve un ligero ataque de tos que hizo darme cuenta de que estaba vivo, sacando el agua de mis pulmones. Sentí que alguien me abrazaba y escuchaba su llanto.

Con mucho cuidado toqué mi pecho para averiguar la gravedad de mi herida. Todo estaba en orden, mi cuerpo estaba intacto. Nuevamente estaba sorprendido.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que no me abandonarías aquí! ¡Eres un maldito tonto! —me decía Lorens, quien estaba junto conmigo en la cubierta del bote.

Al recuperarme un poco, los del staff me dieron un suero refrescante, mientras mi amiga me contaba todo sobre el supuesto accidente que había sufrido, así como la manera en cómo me rescató.

Eso sí, en esa charla pude comprobar que el ojo que vi en las profundidades del mar tenía los mismos tonos dorados y blancos que los hermosos ojos de Lorens.


Los tonos dorados y blancos de los hermosos ojos de Lorens siempre me habían cautivado.

¿Fin?


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