“El auto, sumergido en el mar, era visible desde la carretera. El sudor frío recorría mi frente, mientras la voz de mi amigo se desvanecía”.
Eran aproximadamente las 6:00am, aún estaba oscuro y yo seguía corriendo por la orilla de la carretera que va hacia las afueras de la ciudad, la cual se encuentra sobre un peñasco, bordeando la playa. Esta era mi rutina desde que había sido admitido en el Departamento de Investigaciones Especiales de la policía: levantarme temprano, salir a hacer ejercicio para luego regresar a casa y bañarme, desayunar e irme al trabajo.
Mientras corría pensaba en el trabajo y lo rápido que había transcurrido mi primer año como detective. Un minuto después, justo al salir de la curva, me llamó mucho la atención unas luces rojas que estaban en el mar, muy cerca de la playa. Me detuve y, al verlas más fijamente, me di cuenta de que era un auto cuya mitad delantera estaba sumergida y la otra mitad se encontraba por encima de las agitadas aguas.
Sin pensarlo, ni dudarlo, busqué la mejor manera de bajar hacia el auto. Estaba seguro de que iba a encontrar destrozada la barra de contención de la carretera y/o que iba a ver las huellas del derrape de los neumáticos sobre el pavimento, pero no había nada de eso. El camino estaba intacto, parecía que el automóvil simplemente había sido arrojado ahí de manera premeditada.
Entonces tomé mi celular y pensé en marcar a la oficina para solicitar refuerzos, pero creí que podía haber heridos y requerirían ayuda inmediata. Guardé mi teléfono y me fui a investigar un poco más. Iba descendiendo poco a poco, entre los árboles y la hierba, mientras los primeros rayos del sol comenzaban a salir.
Creía que al menos en la ladera o en las copas de los árboles iba a encontrar restos del auto o de gente, pero nada. Ya cuando había llegado a la playa, me acerqué tanto al mar que las olas mojaban mis pies. El auto se me hacía conocido, pero con la poca luz no alcanzaba a distinguir de quién era.
Justo en ese momento, sonó mi celular. Era mi mejor amigo:
—¿Puedes venir a la playa? ¡Tuve un accidente! Yo me encuentro bien, solo tengo unos moretones en el cuerpo y una herida en la frente.
—¿A qué playa?
—La que está hacia las afueras de la ciudad.
—Amigo, no me digas eso, ¡estoy aquí! ¿Acaso es tu auto el que está en el mar?
—¡Sí! ¿Dónde estás? ¡No te veo!
—Estoy parado a la orilla del mar, justo frente a la puerta del copiloto del auto.
—Realmente no recuerdo cómo o en qué momento fue que perdí el control del auto. Tampoco recuerdo cómo le hice para liberarme del asiento y cinturón de seguridad. Supongo que al bajar la adrenalina todo se comenzará a aclarar.
—¿Tú dónde estás?
—Estoy sentado sobre la arena, justo frente a la puerta del conductor del auto.
—OK, voy a caminar hacia allá —le respondí y colgamos.
Mientras caminaba a paso veloz por la orilla del mar hacia donde se encontraba mi amigo, marqué a la oficina para reportar lo sucedido y solicitar una ambulancia.
Conforme avanzaba, mi corazón latía con fuerza y mis sentidos estaban más alerta, como si algo estuviera terriblemente mal. Mi sorpresa era mayúscula, pues no encontraba rastros obvios de cómo el auto había llegado al mar.
En específico, ahí donde nos encontrábamos era una especie de minibahía, así que esperaba caminar un poco más para ya por fin ver a mi amigo sentado sobre la arena. Ingenuamente creía que, quizá la hierba, los árboles y el ángulo de mi posición me obstruían hacer contacto visual con él.
Llegué hasta el punto donde me dijo que se encontraba y no lo vi. Pensé que era muy probable que se hubiera movido de lugar, así que le volví a marcar para averiguarlo.
—Amigo, ya estoy aquí, justo frente a la puerta del piloto. ¿Dónde estás tú?
—Aquí, sentado a tu lado.
Entonces volteo y una extraña sombra emergió rápidamente de la arena para devorarme, provocando que me despertara abruptamente de un terrible sueño. El sudor frío empapaba mi frente mientras el eco de la voz de mi amigo se desvanecía en el aire. Miré a mi alrededor y rápidamente encendí la lámpara de mi buró para tener un poco de claridad en esa transición expedita que sucede entre el escenario onírico y la realidad.
¿Fin?
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